26 mar 2013

Arne Jacobsen


Arne Jacobsen nace en Copenhague el 11 de febrero de 1902, hijo de Johan y Pouline Jacobsen. Su padre era mayorista de pernos de seguridad y botones a presión, mientras su madre era empleada de un banco, ella a menudo pintaba diseños florales en sus tiempos libres. Vivían en Claessensgade, un barrio de clase media-alta, en una casa de diseño típico victoriano excesivamente decorado a gusto de sus padres, quizás por ello, aun siendo niño, Arne quiso marcar contraste pintando de blanco el colorido papel tapiz de su habitación.


Estudió en el internado Nærum, donde conoció a los hermanos Lassen, uno de ellos, Flemming, se convertiría después en su socio para varios proyectos arquitectónicos.
Fue un alumno inquieto y bromista con un extraordinario talento para el dibujo, de hecho en un principio quiso ser pintor, pero su padre consideró más sensato que  estudiara arquitectura, lo cual hizo entre 1924 y 1927 en la Royal Danish Academy of Fine Artes. Sin embargo, su afición a la pintura le valió para lograr una alta precisión a la hora de plasmar sus ideas en papel, muchas veces  con acuarelas que destacaban por su semejanza con el resultado final de la obra construida.

Desde estudiante participó en ferias internacionales donde ganó sus primeros reconocimientos, en estos viajes se vio influenciado por los diseños de Le Corbusier, Mies Van der Rohe y Walter Gropius. El contacto con el extranjero expandió su visión sin abandonar nunca sus orígenes daneses.

Durante los años de la II Guerra Mundial, por su condición de judío, se vio obligado a huir exiliado a Suecia, durante dos años no pudo ejercer mayormente la arquitectura, pero se dedicó en cambio a diseñar telas y papel tapiz. Una vez terminado en conflicto bélico, regresó a Dinamarca que se encontraba necesitando con urgencia la construcción de viviendas y edificio públicos, así retoma su carrera arquitectónica.

Su mayor encargo fue entre los años 1956 y 1960, cuando estuvo a cargo del interiorismo del SAS Royal Hotel, el primer hotel de diseño del mundo. Jacobsen cuidó cada detalle en este ambicioso proyecto, desde el diseño de mobiliario, de donde nacen las célebres sillas Egg y Swan, hasta los ceniceros.

Para Jacobsen, descansar significaba cambiar de proyecto, pero nunca dejar de trabajar. Esta condición fue la que le permitió completar tan extensa obra sin perjuicio de su calidad. Contaba con un pequeño equipo de trabajo, pero con una metodología clara logró acometer proyectos de todas las escalas y complejidades, desde la cucharilla de su cubertería hasta la construcción del Banco Nacional de Dinamarca. Se esforzaba en desarrollar cada idea hasta el mínimo detalle. Entre sus ayudantes, contó con Verner Panton entre 1950 y 52 cuando este estaba aún recién graduado.

Como diseñador industrial, fue indeciso y perfeccionista, rara vez sabía de antemano lo que quería. Si bien sus trazos revelan ideas básicas y formas intuitivas, su desarrollo pasaba por una ardua investigación de materiales y tecnologías, siempre de la mano de importantes fabricantes como Louis Poulsen. Su perfeccionismo le hacía difícil dar por terminado un diseño lo que le ocasionaba frecuentes retrasos en su producción.


En lo personal se le recuerda como un hombre de familia, jovial y aficionado a la botánica. Falleció inesperadamente en 1971, dejando a sin concluir varios encargos.