Arne Jacobsen nace en Copenhague el 11 de
febrero de 1902, hijo de Johan y Pouline Jacobsen. Su padre era mayorista de
pernos de seguridad y botones a presión, mientras su madre era empleada de un
banco, ella a menudo pintaba diseños florales en sus tiempos libres. Vivían en Claessensgade,
un barrio de clase media-alta, en una casa de diseño típico victoriano
excesivamente decorado a gusto de sus padres, quizás por ello, aun siendo niño,
Arne quiso marcar contraste pintando de blanco el colorido papel tapiz de su
habitación.
Estudió en el internado Nærum, donde conoció a
los hermanos Lassen, uno de ellos, Flemming, se convertiría después en su socio
para varios proyectos arquitectónicos.
Fue un alumno inquieto y bromista con un extraordinario
talento para el dibujo, de hecho en un principio quiso ser pintor, pero su padre
consideró más sensato que estudiara
arquitectura, lo cual hizo entre 1924 y 1927 en la Royal Danish Academy of Fine
Artes. Sin embargo, su afición a la pintura le valió para lograr una alta precisión
a la hora de plasmar sus ideas en papel, muchas veces con acuarelas que destacaban por su semejanza con
el resultado final de la obra construida.
Desde estudiante participó en ferias
internacionales donde ganó sus primeros reconocimientos, en estos viajes se vio
influenciado por los diseños de Le Corbusier, Mies Van der Rohe y Walter
Gropius. El contacto con el extranjero expandió su visión sin abandonar nunca
sus orígenes daneses.
Durante los años de la II Guerra Mundial, por
su condición de judío, se vio obligado a huir exiliado a Suecia, durante dos
años no pudo ejercer mayormente la arquitectura, pero se dedicó en cambio a
diseñar telas y papel tapiz. Una vez terminado en conflicto bélico, regresó a
Dinamarca que se encontraba necesitando con urgencia la construcción de
viviendas y edificio públicos, así retoma su carrera arquitectónica.
Su mayor encargo fue entre los años 1956 y
1960, cuando estuvo a cargo del interiorismo del SAS Royal Hotel, el primer
hotel de diseño del mundo. Jacobsen cuidó cada detalle en este ambicioso
proyecto, desde el diseño de mobiliario, de donde nacen las célebres sillas Egg y Swan, hasta los ceniceros.
Para Jacobsen, descansar significaba cambiar
de proyecto, pero nunca dejar de trabajar. Esta condición fue la que le
permitió completar tan extensa obra sin perjuicio de su calidad. Contaba con un
pequeño equipo de trabajo, pero con una metodología clara logró acometer
proyectos de todas las escalas y complejidades, desde la cucharilla de su
cubertería hasta la construcción del Banco Nacional de Dinamarca. Se esforzaba
en desarrollar cada idea hasta el mínimo detalle. Entre sus ayudantes, contó con Verner Panton entre 1950 y 52 cuando este estaba aún recién graduado.
Como diseñador industrial, fue indeciso y
perfeccionista, rara vez sabía de antemano lo que quería. Si bien sus trazos
revelan ideas básicas y formas intuitivas, su desarrollo pasaba por una ardua
investigación de materiales y tecnologías, siempre de la mano de importantes fabricantes
como Louis Poulsen. Su perfeccionismo le hacía difícil dar por terminado un
diseño lo que le ocasionaba frecuentes retrasos en su producción.
En lo personal se le recuerda como un hombre
de familia, jovial y aficionado a la botánica. Falleció inesperadamente en
1971, dejando a sin concluir varios encargos.